En enero de 1887, Don Bosco recibe numerosas visitas de trodas partes del mundo: al Cardenal Alimonda de Turín; a Monseñor Ordóñez del Ecuador; a don Luis Guanella para fundar los “Siervos de la Caridad” y el lunes 24 de enero recibe a un ilustre chileno, don Manuel Arriarán Barros. Este había nacido el 18 de febrero de 1845. Este don Manuel es llamado “el maestro de la filantropía chilena”. Se destacó desde 1871 al estallar la peste viruela en Santiago donde procuró atender con servicios de vacunación. Fue administrador del Cementerio General de Santiago de 1880 a 1906. Fundó el primer Hospital de Niños “Roberto del Río” y creó la fundación para el Hospital Manuel Arriarán. Legó ayuda a la Junta de Beneficencia; instituyó el “Premio a la virtud”; dejó bienes para ayudar al noviciado de la Casa Central de las Hermanas de San José; para la Hermandad de Dolores; para la Sociedad Escuelas de Santo Tomás de Aquino, para socorrer a los ancianos sin hijos y al Oratorio Eclesiástico de Santiago para párrocos rurales. Don Manuel Arriarán Barros falleció en el año 1907. Su deseo final fue la de ser enterrado muy temprano por la mañana y ser llevado en carro común para no recibir honores.
Don Manuel Arriarán Barros había viajado a Turín para hablar con Don Bosco para que el santo enviara misioneros salesianos a Chile, a objeto de que pudieran atender la Casa del Huérfano. En el archivo salesiano “Fondo Don Bosco” en Roma, se conservan tres cartas de este ilustre filántropo chileno, dirigidas a Don Bosco. En la primera carta le pide la posibilidad de enviar misioneros salesianos para atender una obra en Santiago, incluyendo la creación de escuelas de artes y oficios. Pero, se cree que esto no se llevó a cabo.
Años después, específicamente en el año 1929, ya habiendo fallecido don Manuel, su hermana, doña Carmen Arriarán Barros, heredera y continuadora del espíritu magnánimo de su pariente, y siendo una activa cooperadora salesiana, donó a la congregación salesiana de Chile, la cantidad de doscientos mil pesos de la época, para la construcción de una escuela para niños de mediana condición. La obra fue ubicada y construida en el paradero 22 de la Gran Avenida José Miguel Carrera, en la comuna de la Cisterna, y fue denominada con el nombre de Liceo Manuel Arriarán Barros, en recuerdo al ser humano que hizo de los actos de bondad hacia el prójimo, un objetivo de vida. El primer director de este establecimiento educacional fue el sacerdote Carlos Orlando quien tuvo a su cargo el Liceo en el año 1943 y al año siguiente fue sucedido por otro chileno connotado, el padre Raúl Silva Henríquez, quien años después sería nombrado Cardenal de la iglesia católica.